Para nosotros, occidentales, los barcos “normales” tienen un solo casco, es decir, son Monocascos. Pero lo que define la “normalidad” de las cosas es simplemente la cultura y la tradición en la que nos hemos criado, y la nuestra es la europea. Sin duda alguna, nuestros ancestros fueron muy astutos en optar por esta solución monocasco ya que es la que mejor resolvía sus problemas: transportar pesadas cargas, soldados y armamentos.
Pero si pensamos en los motivos que nos llevan hoy a navegar por placer, deberíamos mirar con más respeto el tipo de barcos que se construyó por milenios en el resto del mundo. Los grandes navegantes de la antigüedad surcaban el inmenso Océano Pacífico con embarcaciones más sencillas, más rápidas y hasta más seguras. Todas ellas eran multicascos: catamaranes, trimaranes y praos.
En las últimas décadas, las ventajas de estas rústicas embarcaciones se hicieron evidentes y empezaron a aparecer catamaranes y trimaranes de todo tipo y tamaño. En seguida dominaron todas las competencias, obligando a los organizadores a crear categorías especiales para estos barcos que eran sencillamente imbatibles para los gordos y pesados monocascos. Luego vino un período de grandes accidentes, por abusar de la gran estabilidad de los multis y exagerar la superficie vélica y los conservadores se quejaban de la imposibilidad de un multi de volver a adrizarse una vez tumbado. Mientras tanto, los fanáticos de los multis argumentaban que preferían quedarse dados vuelta y aflote, ya que sus naves son insumergibles, que irse al fondo por sus pesadas quillas cuando al monocasco le tocaba enfrentarse a una situación extrema. Pero en fin, esas discusiones tienen sentido solamente en barcos hechos al límite, sólo pensando en ganar, y nada tienen que ver con los barcos de crucero. Estos, cuando están bien diseñados y construidos, son uno de los medios de transporte más seguros con que contamos, así tengan uno, dos, o tres cascos.
Y no fueron las regatas sino el otro extremo, la industria del charter, donde los catamaranes vieron su mayor desarrollo. Allí se fue demostrando que la clientela prefería este tipo de barcos por varias razones:
Estabilidad: cuando una familia decide probar la vida abordo por unos días, necesita una plataforma estable, que no role cuando duermen al ancla y que no se caiga todo de las mesas y mesadas cuando salen a navegar. El menor rolido y la mayor luminosidad y visibilidad del interior ayudan tremendamente a evitar el mareo, síntoma que puede arruinar las vacaciones de cualquiera.
Comodidad y Privacidad: en estos dos temas los catamaranes son imbatibles. Los camarotes en cada casco, bien separados y luego un área social central elevada, son una disposición ideal, con buena vista y unos cockpit que más que un puente de mando parecen una terraza de lujo. La sensación de estar sobre el agua, y no enterrado en ella con ventanitas que miran al cielo, es sin duda más atractiva. El bote auxiliar se cuelga de los pescantes sin molestar para bañarse ni para subir y bajar del barco, y no hay que llevarlo a remolque. Los solariums que quedan sobre la carroza y en toda la proa son el paraíso del bronceado, y navegar acostado sobre las redes de proa, viendo pasar el agua a 9 nudos bajo las narices es una experiencia inigualable.
Maniobrabilidad a Motor: típicamente, los catamaranes modernos están equipados con 2 pequeños motores diesel, que permiten una maniobrabilidad fantástica. Bien separados uno del otro, permiten girar el barco sin desplazarse, con gran facilidad.
Performance: si bien en ceñida, es decir, en contra del viento, los catas de crucero no rinden más que sus pares de un casco, ya que caminan más pero en ángulos más abiertos, en todos los demás rumbos son más veloces. Además, la plataforma tan estable que éstos representan invita a jugar más con las velas, desplegar spinnakers, genakers o code zeros, velas que aumentan radicalmente la velocidad y que en los monocascos da más pereza izar porque ir a proa en ellos es más riesgoso por el movimiento. El solo hecho de prescindir del tangón gracias a su imponente manga, simplifica en gran forma la maniobra.
Poco calado: he aquí otra indiscutible ventaja de los multicascos. Difícilmente un velero de este tipo supere el metro de calado, permitiendo disfrutar de todos los rincones de poco agua que están “prohibidos” para los monocascos salvo raras excepciones. También permite acceder a fondeaderos muy seguros y protegidos, en lugares en que con un monocasco deberíamos “dormir afuera”.
A la vista de todas estas ventajas, ustedes se preguntarán porqué no todos nos pasamos a este tipo de embarcaciones. *Y aquí van los “peros”: *
1) El hombre es un animal de costumbre y, como mencionaba al principio de este artículo, nuestra tradición y cultura nos lleva a inclinarnos naturalmente por el monocasco. Tal vez si navegaran más mujeres, que son más propensas al cambio y menos apegadas a la tradición, los monocascos estarían amenazados de extinción.
2) Quien llega a amar profundamente la navegación en un velero clásico, y aprende a disfrutar sus ritmos, la forma en que se apoya cuando carga la racha, la sensibilidad del timón, y se sintoniza bien con sus caprichos, difícilmente se adapte a un estilo tan diferente de navegar.
3) Las regatas. El monocasco apunta más contra el viento y vira mucho más rápido, permitiendo jugar con la táctica mucho más que el multicasco, por lo cual para regatas cortas, entre boyas, el monocasco es más divertido y desafiante.
4) El precio. Los costos de un catamarán moderno asustan un poco. Estamos acostumbrados a comparar precios por eslora, y un 40 pies de 2 cascos, cuesta casi el doble que el de 1. Lleva un análisis mucho mayor para darse cuenta que el catamarán de 40 pies tiene la comodidad del monocasco de 50, que también cuesta el doble que el de 40. Y lo peor es que los catamaranes se vuelven cómodos a partir de los 35 pies, y ahí ya estamos en el precio (y confort) de un monocasco de 43 pies, y ya dejamos afuera a la mayoría de los navegantes. Los catamaranes más chicos no permiten una cabina central donde se entre parado y ya no compiten con los monocascos.
CATAMARANES A MOTOR
Esta alternativa a los cruceros clásicos también está creciendo rápidamente. Los motivos son similares: mayor estabilidad, más confort, más maniobrabilidad y se agrega una más: menor consumo de combustible. Como sus angostos cascos se deslizan con mucho más facilidad, alcanzan las velocidades deseadas con motores más pequeños. Esto, además de bajar el costo de navegar, empata más los precios entre los 2 tipos de barco, ya que el aumento de costo que significa construir 2 cascos y una sólida estructura que los una se compensa con el ahorro en el precio de los motores. Las empresas de transporte de pasajeros y vehículos, donde la velocidad es determinante, ya hace tiempo que se apreciaron las ventajas de los catamaranes, como el caso de Buquebus y Ferrilíneas. Mi consejo: empecemos a acostumbrarnos al “look” de esta nueva generación de cruceros de 2 cascos, porque se viene!
¿Y qué pasa en nuestro Río de la Plata?
Aquí todo lleva más tiempo. Somos tan clásicos los navegantes de esta región que incluso en los monocascos, casi no se aprecian los grandes pasos que han dado los veleros de crucero en el resto del mundo: mayores de enrollar, molinetes eléctricos, bow-thrusters, foques autovirantes, incluso las orzas son fuertemente resistidas a pesar de los terribles problemas de calado que sufrimos.
La industria local tampoco está preparada para dar a luz a estos mangudos ejemplares. Los diseñadores argentinos, muy destacados en el mundo de las regatas y los maxi y mega veleros, da la impresión de que ni se han percatado de este cambio de rumbo.
Otra realidad es que en Uruguay y Argentina, evidentemente un pueblo altamente competitivo, el porcentaje de navegantes regatistas es muy alto, y la influencia de éstos sobre los que no lo son también es muy grande.
Y el tema de la inversión es otro gran detractor de esta evolución. Recién en los últimos 10 años empezaron a aparecer veleros relativamente caros, y pocos alcanzan los valores de los catamaranes más pequeños.
Ahora, los mitos de que la ola corta del Río de la Plata no es adecuada para los catamaranes, no es más que un mito. Mi padre, el Dr. Jorge Bermúdez, un adelantado a su época en todo sentido y, como tal, un fanático de los multicascos, tuvo un catamarán del 89 al 93. Con él navegamos abundantemente todo el Río y disfrutamos como nunca sus afluentes, sobre todo el Río Santa Lucía, gracias a su calado de 60 cm. En ceñida con viento fuerte y mar no tenía un movimiento muy agradable que digamos, pero qué barco lo tiene en esas condiciones? Y en las demás caras debo reconocer que era un verdadero placer de navegar.
Hoy me parece mentira estar escribiendo un artículo a favor de los multicascos, después de años de discutir con mi padre sobre el barco ideal desde el otro bando. Tal vez me esté poniendo viejo y, al tener mi propia familia entiendo más sus argumentos. O tal vez la semilla multicasquera que él sembró en mí, esté empezando a germinar. A su memoria quiero dedicar estas reflexiones, por su visión, por su entusiasmo contagioso, por su tezón, y por seguir alimentando mi espíritu navegante y el de todos los que tuvimos el privilegio de compartir unas millas de nuestra vida con él. Gracias viejo!
Alvaro Bermúdez